Amazon está a la cabeza de un estallido de sentido común corporativo
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Lucy Kellaway
La semana pasada, después de un largo período de estupidez de parte del mundo corporativo, tres cosas sorprendentemente sensatas pasaron por mi pantalla.
Dos de ellas venían de pequeñas empresas, pero la tercera venía de una de las organizaciones más grandes -y recientemente una de las menos populares- del mundo: Amazon.
El primer ejemplo me lo envió un lector en Sudáfrica, quien había conseguido un nuevo empleo y tenía que firmar el código de conducta de la empresa. Éste decía: "Haz lo correcto en el momento correcto, sin miedo a los riesgos". Eso era todo.
Aunque la declaración no era específica, resultaba una gran mejora frente a la interminable lista de qué hacer y no hacer. La mayoría de los códigos de conducta son tan largos que la única posibilidad inteligente es que un empleado marque la casilla al final sin haber leído una palabra (desobedeciendo el código antes de empezar) y olvidarse de todo. Una sola frase es una mejora ya que comunica la idea general de que un delito no es lo apropiado.
El ejemplo siguiente vino de una compañía australiana de fondos de cobertura que buscaba contratar un nuevo empleado. En vez de recitar la típica tontería sobre jugadores de equipo proactivos y conjuntos de habilidades, decía que quería alguien "(a) muy inteligente, (b) interesado en el proceso de la inversión y (c), sobre todo, curioso". Añadía: "Lo que en realidad queremos es un detector de tonterías", para lo cual especificaba una aptitud para las matemáticas y la ciencia.
Terminaba con la advertencia de que "ya que somos una organización pequeña, usted invariablemente nos pertenecerá de la misma forma que nosotros le perteneceremos. Ésta es una movida riesgosa para su carrera. Si usted lo hace bien y nosotros lo hacemos bien, pudiera ser una buena decisión. Si una de estas cosas no funciona, podría terminar siendo una mala decisión para su carrera".
Esto es honrado, simpático, preciso y útil. Casi me anima a solicitar el empleo; si yo fuera buena para la ciencia, quizás lo haría.
Ambos ejemplos, de Machi.biz y Bronte Capital, respectivamente, muestran cómo las grandes empresas podrían hacer las cosas mejor. Sin embargo, me temo que si una de estas compañías llega a ser grande, se le olvidará cómo ser sensata. El tamaño significa conformidad y departamentos de Recursos Humanos, lo cual asegura que el sentido común se elimina.
No obstante, ahí está Amazon, que esta semana se convirtió en mi modelo de una gran empresa libre de tonterías.
Desde hace años hemos sabido que es abusiva con sus empleados de almacén. Ahora sabemos que también es dura con sus empleados de oficina. Sin embargo, al leer el artículo del New York Times y hacer clic en los catorce principios de la compañía, en vez de rechazarla terminé celebrando su sensatez.
El principio número nueve es la frugalidad, que nunca había visto aplicar de tal forma. Por supuesto que los líderes deben ser frugales, no es su dinero el que están gastando. Otro principio dice: "Tenga carácter; esté en desacuerdo y comprométase". Éste también me gusta. En la mayoría de las empresas todo el mundo piensa igual y los que no, se quedan callados. Pero el principio que me hacía saltar decía que los lideres "tienen razón, muchísimas veces".
Para alguien no adiestrado en la tontería corporativa esto puede parecer algo obvio. Pero la mayoría de las empresas han caído en la idea de moda de "fracasa rápido, fracasa mucho", como si estar equivocado fuera mejor que tener razón.
¿Entonces qué podemos deducir del hecho de que esta empresa que es tan subversivamente sensata sea tan horrible con sus empleados? Tengo el presentimiento de que las dos cosas están conectadas. Amazon puede darse el lujo de ser tan honrada porque no pretende ser amable. "Nuestra cultura es amistosa e intensa, pero si tenemos que elegir, nos quedamos con intensa", dijo el fundador Jeff Bezos una vez. El resto del mundo corporativo ha creado un modelo de negocios que se basa en la idea de trabajadores felices. Debido a que esto es en parte una mentira -todas las empresas deben presionar a sus empleados para conseguir ganancias-, están restringidas respecto de lo que pueden decir. De ahí viene toda esa charlatanería sobre pasión y diversión.
La lección de Amazon revienta una de las mayores mentiras administrativas. El modelo de asociación hace parecer que uno puede tenerlo todo; a los clientes, los accionistas y los empleados les puede ir bien a la misma vez.
Amazon es una vuelta al antiguo estilo capitalista de concesiones. Leyendo el artículo del New York Times, sentada en mi cama mientras compraba online, sabía que los productos llegarían a un precio rebajado antes del almuerzo del día siguiente. En Amazon, el cliente gana y el empleado no. La empresa puede no haber escogido la concesión moralmente más aceptable. Pero deja al descubierto una verdad de la vida económica: cuando unos ganan, otros pierden.